Introducción
El lenguaje literario es, básicamente, la lengua escrita estándar en la que se introducen palabras poco usuales (cultismos, voces inusitadas, extranjerismos, arcaísmos, etc.) y que se somete normalmente a una voluntad de forma. Por una parte, tiene muchos rasgos que lo acercan a la lengua escrita culta; pero por otra, es frecuente que aparezcan en él giros coloquiales y hasta vulgares, para producir ciertos efectos expresivos.
Artificios lingüísticos
En la literatura suele emplearse el idioma para llamar la atención sobre sí mismo, sobre cómo están dichas las cosas. El escritor debe producir extrañeza y ha de usar, con ese fin, los artificios adecuados. Aunque no por literarios estos recursos han de ser muy raros o chocantes. Tengamos en cuenta que en la lengua ordinaria utilizamos con frecuencia el asíndeton, la adjetivación ornamental, las series binarias de palabras, metáforas, metonimias, etc.
Función poética
Cuando el lenguaje se utiliza para producir belleza, para llamar la atención sobre sí mismo, actúa en él la función poética. Lo importante no es tanto lo que se dice sino cómo se dice. El escritor pretende suscitar en el receptor una serie de sensaciones de belleza, creatividad e influencia a través de la forma de su mensaje. Son válidos todos los recursos expresivos. Esta función aparece también en el lenguaje coloquial; cualquier persona, al construir su mensaje, selecciona de manera consciente o inconsciente las palabras, las inflexiones de la voz o los tipos de oraciones para conseguir una transmisión más eficaz de aquello que se pretende comunicar.
El texto literario como acto de comunicación
El texto literario funciona como un acto de comunicación que posee las siguientes características:
Es resultado de una creación que el autor destina a que perdure y se conserve exactamente con la misma forma original.
La comunicación que la obra literaria establece con el lector y oyente es unilateral, porque el mensaje no puede recibir respuesta inmediata del receptor.
La obra no se dirige a un destinatario concreto, sino a receptores desconocidos, muchos o pocos, actuales o futuros (receptor universal).
El lector u oyente no establece relación directa con el autor, sino sólo con el mensaje, con su obra (comunicación diferida). Y ello, cuando él lo desea. De esa manera, la iniciativa del contacto comunicativo corresponde al receptor.
La comunicación literaria es desinteresada, no tiene una finalidad práctica inmediata. Por el contrario, posee una naturaleza estética, es decir, pretende producir las reacciones que en el ánimo suscita lo bello. Sin dejar de ser cierto lo anterior, no lo es menos que muchos autores escriben literatura para favorecer una determinada causa, para promover un cambio en la sociedad, para denunciar una situación.
Rasgos diferenciales
El límite que separa al lenguaje literario de otros tipos de lenguaje es muy difuso. Muchos escritos de carácter periodístico o científico pueden ser considerados como verdaderas piezas literarias.
La extensión de un texto literario no es un rasgo distintivo, puesto que es muy variable, desde un par de versos hasta cientos y millares de páginas.
Así pues, el texto literario posee unas características internas sumamente peculiares pero, a la vez, difíciles de aislar. Comparte un buen número de ellas con otras clases de textos: la plegaria, el mensaje publicitario, el eslogan, el conjuro, el texto periodístico, etc.
Carácter desinteresado
Quizá el rasgo más diferencial sea su carácter desinteresado. Desinteresado en cuanto a la comunicación en sí misma, no por lo que se refiere a la remuneración que el autor pueda obtener a cambio de lo escrito. El texto literario no tiene una finalidad práctica inmediata.
Final previsto
A diferencia de lo que ocurre en la comunicación ordinaria (la conversación entre dos interlocutores), el texto literario posee un final previsto por el autor. La extensión del texto dependerá del género elegido, pero siempre fluctuará dentro de unos límites aproximados. El cierre es, pues, otra de sus características diferenciales.
Artificios lingüísticos
Cuanto más estricta sea la exigencia del cierre, mayores efectos suele provocar en el lenguaje de la obra. Los géneros en verso muestran mayores artificios lingüísticos que los géneros en prosa; pero, en general, el empleo de expresiones poco usuales: arcaísmos, neologismos, voces inusitadas y cultas, y construcciones sintácticas atípicas caracterizan a todos los géneros literarios. De estos artificios lingüísticos trataremos con más detalle en el apartado Recursos literarios.
Polisemia
El texto literario se presta a múltiples interpretaciones o lecturas; en teoría, a tantas como lectores y oyentes. Y ello no perturba la comunicación; por el contrario, muchos lectores que muestran entusiasmo por una obra literaria no la entienden, o la comprenden de un modo deficiente y superficial. Pero la comunicación resulta satisfactoria. Esto no puede ocurrir en los mensajes ordinarios o en otros mensajes de finalidad práctica, pues daría lugar a errores que podrían ser muy graves; imaginemos lo que podría resultar de una polisemia en las señales de tráfico.
Recursos literarios
Uno de los recursos que de forma más general caracterizan al lenguaje literario es el uso de una adjetivación especial, el uso de epítetos. Los epítetos son adjetivos ornamentales, no estrictamente necesarios para la comprensión de un mensaje. El buen escritor busca evitar los epítetos triviales y, en general, prescindir de los que no produzcan efecto de novedad.
Según la Retórica tradicional, son figuras todas las anomalías que se producen en un escrito, todo aquello que produce extrañeza en el lector. Muchas de ellas se basan en la repetición y en el paralelismo. La repetición produce efectos rítmicos tanto en verso como en prosa. Puede conferir brillo a cualquier tipo de prosa, aunque el abuso de las construcciones rítmicas entraña el riesgo de caer en la excesiva musicalidad o en el sonsonete.
Se han descrito varios centenares de figuras posibles, algunas con nombres impronunciables. No se trata aquí de ofrecer un catálogo detallado de figuras retóricas, trataremos sólo de ofrecer una clasificación coherente de algunas de las más frecuentes:
Figuras fónicas
La principal es la aliteración o repetición de uno o varios fonemas, con una frecuencia perceptible. Cuando la aliteración persigue una finalidad imitativa de sonidos o ruidos de la naturaleza, se denomina onomatopeya. La aliteración, como toda repetición muy marcada, perjudica a la prosa no literaria, y puede producir cacofonías y sonsonetes.
Figuras sintácticas
Son artificios de la construcción gramatical, y muchos de ellos se producen por apareamiento o paralelismo. Son más abundantes en el verso, pero no están ausentes en la prosa literaria. Dos de las más frecuentes son el hipérbaton y la anáfora.
Figuras de palabra: los tropos
Llamamos tropos a aquellas figuras retóricas que cambian el significado de la palabra.
El símil o comparación
No se trata, hablando con propiedad, de un tropo, pero es un concepto muy próximo. Cuando comparamos, por ejemplo, la vejez con una puesta de sol, en ninguno de los dos términos que intervienen en la comparación se produce mutación de significado. En todo símil hay un término real (A) y un término imaginario o imagen (B). Además, de un modo u otro, al comparar marcamos gramaticalmente el hecho de que estamos comparando (A es como B, A semeja B, A me parece B, etc.).
La comparación es frecuente también fuera de la lengua literaria. Se recurre a ella para presentar más plásticamente lo que se quiere decir y, muchas veces, para concretar un pensamiento abstracto.
Los símiles estereotipados o hiperbólicos suelen ser perjudiciales para el estilo de un escrito.
La metáfora
La metáfora es el tropo por el cual se aplica el nombre de un objeto a otro objeto con el cual se observa alguna analogía, suprimiendo cualquier rastro gramatical de comparación.
Hay metáforas que están incorporadas al uso general, los diccionarios las registran y nadie las identifica como figuras, ya que no producen extrañeza alguna (la cabeza de un alfiler). Pero el escritor crea sus propias metáforas (Mi soledad llevo dentro, torre de ciegas ventanas; o, en un texto periodístico: Raúl se pasó la tarde hambriento de balón).
Una palabra aislada no puede funcionar como metáfora, necesita de un contexto en el que cobrar significado.
Las formas más frecuentes de metáfora son las siguientes:
A es B: Sus brazos son sarmientos.
B de A: El jinete se acercaba tocando el tambor del llano.
A aposición B: El ruiseñor, pavo real facilísimo del pío.
A aposición B + C + n: Ya viene, oro y hierro, el cortejo de...
B en lugar de A: Su luna de pergamino tocando estaba ('pandero').
La metonimia
Es un tropo en el que la relación entre los términos real e imaginario es de uno de los siguientes tipos:
El efecto por la causa: Respeta mis canas.
El autor por sus obras: Ya no leo a Machado.
La parte por el todo: Mira qué par de ojos van por ahí.
El continente por el contenido: Tomamos unas copas.
Lugar por lo que en él se produce: Un rioja excelente.
Figuras de pensamiento
Hipérbole
En ella la expresión no corresponde al pensamiento. Se trata de una exageración, de una afirmación por exceso: Una mujer tan delgada, / que en la vaina de una espada / se trajo a la sepultura.
Litotes o litótesis
Con ella se atenúa lo que se quiere decir, bien para no molestar al interlocutor, bien para dar más relieve al contenido: no está mal (por está bien).
Personificación
Es la atribución de cualidades humanas a los animales y a las cosas: el viento susurra una canción monótona.
Ironía
Consiste en decir lo contrario de lo que se piensa: por ahí va Brad Pitt, (señalando a un tipo feísimo).
Antítesis
Una palabra se pone en relación, más o menos sorprendente, con otra contraria: Era sólo sombra de su pasado esplendor.
Paradoja
Es una contradicción aparente: al avaro, las riquezas lo hacen más pobre.
PARA AMPLIAR INFORMACIÓN INGRESAR A:
http://personal.telefonica.terra.es/web/apuntesasr/LenguajeLiter.htm
martes, 30 de octubre de 2007
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1 comentario:
Hola:
Estamos haciendo uso de un blog. Hemos aprendido una serie de herramientas, pero no las estás usando. Por qué no establecer vínculos en el desarrollo del artículo?
Podrías realizar una presentación como la que hizo Mariana. (un trabajito extra, pero que habla muy bien de la actitud de un buen alumno como vos)
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